lunes, septiembre 29, 2008

Teléfono

En qué íbamos? Ah si, le rompí la nariz al maricón. Con un solo puñetazo lo dejé tirado en el piso, arrastrándose como el maldito gusano que es. Y se lo merecía completamente. Por maricón. Por cobarde. Por estar haciendo cosas a mis espaldas creyendo que yo era un pendejo. Un huevón. Pues para que vaya aprendiendo que yo no soy ningún huevón. Que el que tiene cojones soy yo, que el vivo del cuento terminé siendo yo, y el que se creía tan vivo. Tan sabio el hijueputa. Tan sabio el cagón que porque sabe manejar un celular o un computador se cree mejor que yo. Porque estudió en colegio bilingüe y sabe hablar y escribir inglés perfectamente entonces él es el vivo. Pues no hijueputa, no. A las manos no gana el más sabio. Gana el más macho. Y el mas fuerte. Y como el cacorrito cree que yendo al gimnasio con la mitad de la farándula criolla es fuerte, entonces se me alzó. Pero el más fuerte no es el más bonito. El más fuerte soy yo. Y por eso lo volví mierda. Porque mientras siga viviendo debajo de este techo y entre estas cuatro paredes, tiene que hacer lo que yo diga.

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