miércoles, marzo 04, 2015

Anoche

Al fin! He vuelto! Siento la brisa tibia en mi cara. Con los lentes de sol miro hacia el horizonte, qué lindo que es Buenos Aires, con sus canales y sus góndolas, el sol VanGoghesco al fondo, naranja y amarillo, calentando la playa de San Telmo, los pisos adoquinados al frente del malecón, el ruido de los buses y los autos, y las montañas al fondo. He vuelto, y sigue siendo igual a la última vez que vine. Espero a Juanito que sigue en el departamento. Quiero salir ya a caminar por toda la Avenida Santa Fe, siguiendo los pasos de mi yo pasado para confirmar esa teoría antiquísima que dice que ni el Rio de la PLata, ni yo somos los mismos ahora, tantos años después. Juan sale del departamento en el edificio donde siempre ha vivido, ahí al frente del malecón. Tengo que ir a la facu, me dice. Es el bus número quince, o el cincuenta y uno. Mi dislexia numérica no me deja ver bien el número del enorme bus rojo. Me cuenta Juanito que ahora hay más tráfico y que el transporte público es terrible, y me doy cuenta al mirar que en el techo y sobre el parachoques del bus hay gente colgando, cual tren de la India, o tren de Constitución, para ir a la Ciudad Universitaria. Juan espera el bus que viene justo detrás, se sube al parachoques del frente e inclina un poco la cabeza a su izquierda para que el chofer del bus pueda ver. Me saluda con la mano derecha, mientras que con la izquierda se agarra del Logo de VolksWagen enorme que tiene el bus al frente, y se va sonriendo, con lentes de sol, con la brisa del mar en su cara a estudiar. Yo decido que no tomaré ni un bus, ni el subte. Prefiero caminar por la Avenida Santa Fe, siguiendo los pasos de mi yo pasado para confirmar esa teoría antiquísima que dice que ni el Rio de la PLata, ni yo somos los mismos ahora; para ver la gente linda porteña, y los perros que cagan y orinan por todo lado, y los vendedores de flores en cada esquina y los kioscos de revistas que nadie compra. Qué lindo que es volver, qué lindo que es caminar por la Avenida Santa Fe, pero qué pesar, qué tristeza, porque acabo de recordar que Buenos Aires no tiene canales ni góndolas, ni playa, ni malecón al frente del mar. Pronto voy a despertar.